Chinchón, ciudad noble y leal, con su Plaza Mayor, Castillo de los Condes entre otras joyas. Pero también destaca por sus alojamientos.
Hoy les hablamos de uno de ellos, de la Casa Rural & Spa “La Graja”, a través de las palabras de su propietario, David Sáez Catalán.
Esta casa de labranza, con más de 200 años de antigüedad y construida sobre los cimientos de piedra que sitúan a Chinchón a 753 mts. sobre el nivel del mar, sirvió durante mucho tiempo para acoger a familias dedicadas a la agricultura.
En el año 1966, Pablo Catalán Hortelano, mi abuelo, compra la casa por 160.000 pesetas, quedando formalizado a la finalización del pago en el año 1967, que dineral en aquellos tiempos y cuantas lagrimas costo a mi abuela por miedo a no poder pagar los plazos firmados. A veces hablamos, de que barata la compro, que casi es un regalo, a lo que ellos contestan que en aquella época fue todo un atrevimiento.
A partir de esta fecha la casa queda distribuida en zonas muy concretas. Accediendo desde la calle del Paje, nº 7, por el portón de entradas de carruajes y entrada principal a la finca, nos encontramos con su patio porticado, patio castellano en el mismo centro de la finca y desde el cual acedemos a todas las instancias que la conforman.
Según acedemos a la izquierda encontramos una puerta que da paso a las cuadras de las caballerías, cortes de los cerdos y corral de gallinas y conejos.
Cruzando el patio nos encontramos con una estancia donde se guardan los carros y aperos de labranza y que tiempo atrás fue lagar, donde se prensaban los caldos tan afamados de la zona y que una vez extraído se almacenaba en tinajas de barro que se encontraban en las cuevas que posee la casa. Estas cuevas también servían como despensas naturales, para jamones que probeenían de las matanzas del cerdo, que fiestas que se hacían cuando llegaban las fechas, ¡esto si que lo hecho de menos!.
En la parte derecha del patio encontramos accesos a distintas habitaciones que eran las que servían de viviendas para la familia. Todo esto en la planta baja, pero ahora quedaba una de las partes más importantes de la casa en esos tiempos.
Subiendo por una escalera de yeso y con peldaños de madera que salía del mismo patio llegábamos a la 1ª planta, con sus dos corredores y varias cámaras, la cual servía como almacén para la cosecha año tras año, ajos, remolacha, melones…
No podemos olvidar detalles de la casa como la cocina con su chimenea en la cual nos reuníamos alrededor de ella cuando en los fríos días de invierno nos levantábamos, las estufas de leña, con ese olor tan peculiar…, que nostalgia.
David Sáez Catalán